domingo, 10 de febrero de 2013

Hagamos un gol y... bandera blanca


Por @nicoperez86

Soy un eterno convencido de que el fútbol, tarde o temprano premia la audacia y castiga la falta de ideas o de entrega. Esto le pasó a Godoy Cruz ayer, cuando le regaló a un All Boys falto de fútbol pero ávido de ganas la posesión de “la caprichosa” durante todo el segundo tiempo y con ella, toda posibilidad de llevarse los 3 puntos del Islas Malvinas de Floresta. Esto que pasó, me hizo sumergir en un estado de reflexión en el que busco más allá del 1-1 por la primera fecha del Final, intentando dilucidar si esto ya es una tendencia en el fútbol argentino de hoy o si se trató de un caso aislado. La respuesta despierta aún más controversias que la propia pregunta.

Pensando algunos ejemplos rápidos, no deteniéndome demasiado y sólo basado en los primeros que vengan a la memoria, se me ocurren “al trote” varios que hablan de un sistema que no sirve, que no funciona, que traiciona: pongámonos adelante en el marcador para después regalar el juego al otro. El último superclásico oficial (con River 2-0 arriba a poco para el cierre, que se entregó ante un rival que había sido inferior, resignando una victoria que parecía implacable) o el también reciente 3-2 de Boca sobre Quilmes (esta vez lo sufrieron ambos equipos: primero en el visitante regalándose estando dos goles arriba y luego el local, quién se salvó sólo por la fortuna de un penal malogrado) pueden servir para graficar esta tendencia.

¿Qué hay que dejar de lado para que esto pase? Luego de festejar el gol que los posiciona como parciales ganadores en cualquier partido, da la sensación en el fútbol argentino (y salvo exclusivos casos, en el mundo también) de que se hace presente en el inconsciente colectivo de los futbolistas del equipo hasta ahí vencedor un síndrome de amnesia por el juego que los llevó a dominar el tanteador. Sorprende ver como olvidan el juego asociado, el orden defensivo, el trato del balón, la presión más allá de los límites del propio cambio para refugiarse en un sistema autodestructivo, jugando sin ideas, sin intención de seguir lastimando, de aprovechar los espacios que se abran, de hacer circular la pelota y el tiempo de forma inteligente. Raro, paradójico y a la larga, nocivo.

Pueden excusarse con que esto se debe al cansancio, pero lo cierto es que ambos equipos salen a la cancha sin desgaste y, si fuiste superior cuando estaban igual de descansados… ¿Cómo no podes mantener ese efecto una vez que el rival se cansó a la par tuya y encima tiene ahora la “desesperación” por empatar?

Ver fútbol profesional y a sus protagonistas de cerca despierta ideas, algunas hasta con algún tinte de enojo o resignación por lo que pudo ser y no fue. Que los artífices decidan pero para mi, el camino debería ser otro.

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